
Melchor,
Gaspar y Baltasar. ¿Por qué no he de creerlo, hijo?
Un amigo mío les
pidió la Luna reflejada en un charco y se la han traído.
Cuando yo tenía seis años y era pobre, les pedí un juguete. Me trajeron
el mar. Papá, tan asombrado como yo, dijo: nunca había visto nada tan
grande ni tan divertido.
Otro año, les pedí otro amigo y así seríamos siete, cinco en la cancha y
dos en el banquillo, por lo que pudiera pasar. Les pedí un amigo de un
metro y mucho de alto, todo un pívot.
Cuando
vuelva a ser niño, a la hora de pedir, en la noche de los prodigios,
pediré que me dejen tener un perro, que a mamá, el día 24 de todos los
meses, aún le queden dos panes en la despensa y que papá vuelva a casa y
sonría.
Cuando sea
niño, a la hora de pedir, pediré que los mapas políticos cambien por las
buenas, que cada uno pueda colorearlos como quiera, con los colores que
más le gusten y que todos quepan en el mismo libro.
Mi padre, hijo, pedía los vientos de marzo, las lluvias de abril, las
amapolas de junio, ver madurar el trigo y que el alcalde fuese un hombre
honrado.
Cuando sea
niño, a la hora de pedir, pediré motivos para cantar contento, que la
niña del pomar vuelva a sonreírme, que nazcas tú, pediré una canción,
una sonrisa y un beso, un amigo y, en todo caso, hijo, un vaso de buen
vino.
Cuando sea niño, a
la hora de pedir, pediré cosas que no se rompen, ni se oxidan, ni
aburren, cosas que se quedan en la memoria, en tanto vuelva a ir de niño
a viejo y para siempre, seguro que por los siglos de los siglos. Amén.
Esta es la carta que mi abuelo escribirá a los Reyes Magos cuando vuelva a ser niño.
Texto de: Juan Farias
1 comentarios:
Me encanta esta reflexion, cuanta falta hay de que la lean más personas, este mundo sería mejor para nosotros y nuestros hijos, gracias
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